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Hace años comenzó mi progresivo distanciamiento del mundo real, de la política, de las noticias; un pesimismo cósmico se fue apoderando de mi. Me iba acomodando en la más cínica de las perspectivas: 'con estos mimbres no hay cestos posibles'. Toda acción es inútil.
Diría que inició cuando los movimientos del 15-M en los que tantas esperanzas había puesto empezaron a mostrar grietas.

Asistí a algunas acciones contra el cambio climático. Observé la nula repercusión de dichas y otras muchas acciones. Me desencanté. El momento primero en el que bajé los brazos no fue tan difícil. Además, desconectar de todo, afirmar 'Esa no es mi lucha', deja mucho tiempo libre, para mirar la tele. Y así lo hice.

Luego llegó la pandemia y el miedo se convirtió en la base de cualquier información. No es que antes no lo fuera, pero ahora calaba también en mi. Me enrolé en las filas del equipo 'No hay nada que hacer' y defendí su bandera.
De modo que he pasado dos años - ¿algo más? - en este sentirme legítimamente fuera. En esta ignorancia de todo, 'porque, para qué'. Un compañero de trabajo a veces me preguntaba si estaba al tanto de esto o aquello y sin ápice de culpa contestaba el tan manido 'Ya tengo suficiento con lidiar con lo mío como para leer las noticias.'
Total, es solo leer, ¿no? Eso no cambia nada.
¿O sí? Porque seamos honestos, que me afecte más o menos no le importa a casi nadie. Soy yo la que cargo las consecuencias. Soy yo la ignorante, yo fuera del mundo, con la rodilla en tierra aceptando como un cordero lo que venga. Yo llena de historias de 'míticas' guerras de un pasado remoto, de religión marcada a fuego; y nada más. La que viaja y se detiene en la enésima iglesia o en edificios construidos con la sangre de viejos imperios que ya no existen, soy yo.
Y me he cansado.
Y dado que por azares del destino me encuentro vacía, he decidido que voy a llenarme con lo que atañe al presente. La intención es lo que cuenta, dicen.
Voy a comenzar por entender qué significa y cómo puedo ejercer la ciudadanía. No hablo del estatus otorgado por un pequeño país. ¿Acaso se puede? Usar todas estas nuevas herramientas, colaborar, rebelarse, ser activamente una ciudadana del mundo. No permanecer - plagio al poeta - al borde del camino, no salvarme.

Se empieza por leer una noticia y pasar del miedo a la furia. Elijan ustedes la que más les mueva, las hay a raudales. Total, el equipo de los indiferentes tiene demasiados miembros, no nos van a echar en falta.